lunes, 22 de septiembre de 2008

ECUANIMIDAD

ECUANIMIDAD
Si puedes conservar tu cabeza, cuando a tu alrededor todos la pierden y te cubren de reproches; Si puedes tener fe en ti mismo, cuando duden de ti los demás hombres y ser indulgente para su duda; Si puedes esperar, y no sentirte cansado con la espera; Si puedes, siendo blanco de falsedades, no caer en la mentira; y si eres odiado, no devolver el odio, sin que te creas, por eso, ni demasiado bueno, ni demasiado cuerdo;
Si puedes soñar sin que los sueños imperiosamente te dominen Si puedes pensar, sin que los pensamientos sean tu objeto único, Si puedes encararte con el triunfo y el desastre, y tratar de la misma manera a esos dos impostores; Si puedes aguantar que la verdad por ti expuesta la veas retorcida por los pícaros, para convertirla en lazo de los tontos. O contemplar que las cosas a que diste vida se han deshecho, y agacharte y construirlas de nuevo aunque sea con gastados instrumentos.
Si eres capaz de juntar, en un solo haz, todos tus triunfos y arriesgarlos, a cara o cruz, en una sola vuelta y si perdieras, empezar otra vez como cuando empezaste y nunca más exhalar una palabra sobre la pérdida sufrida. Si puedes obligar a tu corazón, a tus fibras y a tus nervios, a que te obedezcan aún después de haber desfallecido y que así se mantengan, hasta que en ti no haya otra cosa que la voluntad gritando: "¡persistir, es la orden!"
Si puedes hablar con multitudes y conservar tu virtud, o alternar con reyes y no perder tus comunes rasgos. Si nada, ni enemigos, ni amantes amigos pueden causarte daño; Si todos los hombres pueden contar contigo, pero ninguno demasiado; Si eres capaz de llenar el inexorable minuto con el valor de los sesenta segundos de la distancia final, Tuya será la tierra y cuanto ella contenga.
Y -lo que vale más-, serás un hombre ¡hijo mío!.
Rudyard Kipling

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